Hay películas que invitan a la reflexión por su contenido y otras que lo hacen por su calidad estética. Sed de Mal, de Orson Welles es, sin desmerecer su contenido, una revolución en el apartado estético, en el lenguaje cinematográfico. Y, por encima de cualquier momento de la película, el mejor, más claro y más representativo es el (genial) plano secuencia del comienzo con la música de Mancini marcando el ritmo.